¿quieres tener una cuenta?

sábado, 17 de abril de 2010

¿Y por qué no? (cuento breve)

Rossana Cárcamo
Sint Niklaas – Bélgica



Walit, camarero en una pizzería, la saludó un viernes por la tarde y la invitó a tomarse un aperitivo por cuenta de la casa, pero Paula rechazó amablemente, no podía abandonar su trabajo de guía turística por la ciudad, así como tampoco imponerle a sus acompañantes entrar en un lugar que no figuraba en la lista de edificios por visitar, él sin embargo, no aceptó dejar escapar a una muchacha tan femenina y jovial, y antes que ella siguiera su camino le entregó una tarjeta y le hizo prometer que lo llamaría.

_ ¿Me das tu palabra de mujer?
_ ¡Sí, lo haré!, le respondió al marcharse.

Esa jornada fue agotadora porque el grupo de españoles que tuvo a su cargo no dejó de hacerle preguntas insólitas y detenerse en cada esquina para tomar fotografías, querían saberlo todo, aprovechar hasta el último euro invertido en el paseo a Roma.

Al llegar a su casa mientras la tina se llenaba de agua y aumentaba la espuma, se sacó la ropa con delicadeza, como desvistiéndose para alguien especial, entonces la imagen del joven magrebí regresó a su memoria. Se miró en el espejo y apreció que los kilos que tanto la atormentaban habían desaparecido, su cintura relucía como antaño y sus blancos senos apuntaban al horizonte. Al girarse notó que sus nalgas estaban firmes y fuertes, y con su mano derecha agarró una para palpar su consistencia.

Ya en la bañera, arropada por las burbujas de lavanda, repasó sus últimos meses de celibato y soledad. Su esposo se había marchado buscando un mejor trabajo, sólo sabía que estaba embarcado en un navío panameño y que no regresaría más al hogar; que ella quedaba libre para empezar una nueva vida.

¿Y sí hago una locura y lo llamo? ¿Seré capaz de ir a una cita con un desconocido?

La idea de romper con su rutina le excitaba el pensamiento, y sin darse cuenta sus dedos juguetones comenzaron a dibujar círculos en su piel, incursionando en territorios vedados bajo el tibio y esponjoso manto violeta que la cubría.

Durante días estuvo pensando en él, en esos ojos oscuros que la desnudaron sin tocarla. La inesperada propuesta que recibió en la calle de los restaurantes la dejó perturbada, esa era quizás la prueba de que volvía a ser mujer, que retornaba al estado primitivo de carne y fuego.

A la semana siguiente de ese encuentro fortuito, luego de su ducha matinal, se tendió en la cama, apoyó los pies en la sabana fría, dobló sus piernas, las abrió y la bata se descorrió dejando al descubierto un vientre plano y un monte de Venus que incitaba al deseo. El reflejo de su figura en la pantalla del televisor activó sus recuerdos, su cerebro rebobinó las noches de pasión y una sonrisa picara se asomó en su rostro.

_ ¡Pues claro qué lo haré!, no tengo nada que perder, se dijo con decisión.

Después de unos minutos de respiración profunda, de contraer y relajar sus músculos íntimos, y de apretar sus labios besando al viento, se dejó llevar por la embriaguez del éxtasis alcanzado.

Cuando el relajo invadió por fin su cuerpo, cogió el teléfono y preguntó:

_ Walit, me apetece un capuchino con crema ¿aún estoy a tiempo de ir a beberlo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario